Antonio José de Sucre nace en Cumaná
Edo. Sucre el 03 de febrero de 1795, Sus padres fueron el teniente
Vicente de Sucre y Urbaneja y María Manuela de Alcalá y Sánchez. A los 7
años presenció la muerte de su madre. Fue educado hasta los quince años
por su tío José Manuel. Luego estudió matemáticas y fortificaciones en
la escuela de Ingenieros de Caracas en 1808. Fue uno de los héroes de la
independencia latinoamericana más laureados y admirados. Se destacó
como militar en las numerosas victorias que logró en los campos de
batalla evidenciando su talento innato para dirigir tropas. De esta
manera consiguió triunfos fundamentales para liberar al continente del
dominio español, siendo la Batalla Ayacucho su mayor obra bélica. Como
político ejerció la presidencia de Bolivia y se preocupó por los
servicios públicos y el correcto funcionamiento de la administración
pública. Fue riguroso en el cumplimiento de las penas por crímenes o
hechos de corrupción pero fue piadoso y justo con los vencidos.
También impulsó causas relacionadas
con la abolición de la esclavitud y un mejor trato hacia los indígenas.
Además resaltó como diplomático a la hora de participar activamente en
el Armisticio de 1820. Fue una de las figuras más completas de la época
independentista. En 1810 ascendió a la posición de alférez del ejército.
En 1812 fue ascendido a teniente bajo el mando de Francisco de Miranda,
sirviendo con distinción en las campañas contra los realistas. Al caer
la primera república emigró a Trinidad, de donde regresó en 1813, bajo
las órdenes de Santiago Mariño. Durante ese periodo contribuyó a
organizar el Ejército de Oriente, ascendió al rango de teniente coronel.
Para el año siguiente presenció la unión de las fuerzas de Occidente y
Oriente en los valles de Aragua. No obstante su ejército fue derrotado y
debió exiliarse en las Antillas. Regresó para proseguir con los
esfuerzos de la causa de la Independencia y para 1815 pasó a combatir en
Guayana y El Orinoco. Posteriormente fue designado Comandante de la
provincia de Cumaná. En 1817 fue nombrado Coronel por parte de Simón
Bolívar y en 1818 se dirigió a Angostura, donde El Libertador emplazó su
Cuartel General y ofreció su Discurso de Angostura. Allí se convirtió
en uno de los mejores y más cercanos lugartenientes de Bolívar,
iniciándose entre ellos una duradera amistad. Prosiguió su ascenso
militar y para 1819 fue designado General de Brigada por Francisco Zea,
presidente del congreso venezolano, y ratificado un año después en su
cargo por El Libertador.
En 1820, como parte del Armisticio
firmado entre Bolívar y Morillo, redactó el Tratado de Armisticio y
Regularización de la Guerra. Este documento fue de vital importancia
porque puso fin a la crueldad de la Guerra a Muerte y en el Sucre fijó
las bases para el trato humanitario que debían recibir los vencidos por
parte de los vencedores a partir de cualquier conflicto futuro. Por ello
es considerado como pionero de los derechos humanos. En 1821, fue
nombrado Jefe del ejército del Sur de Colombia, en donde logró la
independencia de las provincias de Ecuador en las batallas de Río Bamba y
Pichincha. Participó en la batalla de Junín y ganó la batalla de
Ayacucho en 1824, al mando del ejército unido, con lo cual logró el
título de Gran Mariscal de Ayacucho. En 1825, ocupó el territorio del
Alto Perú, que se independizó del gobierno de Buenos Aires, adoptando el
nombre de Bolivia. El congreso del recién fundado país, encargó a
Bolívar la elaboración de su constitución.
Fue el primer presidente vitalicio
de Bolivia, cargo que ocupó por dos años. Desde allí promovió varias
políticas: entre ellas la libertad de los esclavos y el reparto de
tierras a los indios. No obstante, ante la presión de los peruanos, que
se oponían a la independencia boliviana, y a los varios motines que se
sucedieron a continuación, el Gran Mariscal de Ayacucho decidió
renunciar a la presidencia en 1828.
Se retiró de la vida pública
partiendo a Ecuador acompañado de su hija y de su esposa, Mariana
Carcelén de Guevara, marquesa de Solanda. Sin embargo ese mismo año la
república peruana y la colombiana se enfrentaron por disputas
territoriales y, esta última, solicitó nuevamente la ayuda de Sucre. Fue
así como en 1829, y a la cabeza de los ejércitos grancolombinos,
derrotó a las fuerzas peruanas en la batalla de Tarqui.
A continuación se encaminó hacia
Bogotá, país que se encontraba en proceso de desintegración. En la
reforma constitucional de 1830, que impulsó el Congreso Admirable para
la Gran Colombia, sus enemigos lograron promulgar una norma que
estipulaba que para ser presidente o vicepresidente se debía tener 40
años (Sucre tenía 35). Posteriormente formó parte de la comisión que
viajó a Venezuela para conciliar a las partes y evitar la sedición; sin
embargo las conversaciones no prosperaron y debió regresar.
Como lo expresa muy bien el
historiador Tomás Polanco Alcántara, «el símbolo de la continuidad de
Bolívar era Antonio José de Sucre. Paulatinamente, por su talento
personal, por sus dotes intelectuales y por su espíritu altivo, digno y
limpio, Sucre se fue convirtiendo en el complemento indispensable de
Simón Bolívar. Respetado por los argentinos, los chilenos y los
peruanos, admirado por los bolivianos y quiteños, sin enemigos en
Venezuela y en la Nueva Granada y con todos sus antecedentes, Sucre
estaba destinado a ser el natural sucesor de Bolívar».
Sin embargo eso no sucedería. De
camino a Quito, adonde iba a reunirse con su familia, fue emboscado y
asesinado el 4 de junio de 1830 en la sierra de Berruecos, ubicada en
Colombia. Se le atribuye su muerte a José María Obando, jefe militar de
la provincia de Pasto. Al escuchar las noticias de su muerte Bolívar
dijo: «Lo han matado porque era mi sucesor».